Desayuno

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Se recostó sin ganas, sabía que tenía que dormir.

En el paladar aún tenía un sabor final a pescado crudo que no lograba quitarse.

Nunca debió comerlo, pero algunas veces hacía cosas sin saber por qué.

También sin razón alguna la había dejado dormir con él.

Apenas pegó el ojo.

La miraba allí, junto a él y no sabía qué hacía.

Se quedó mirando el techo fijamente, contando las estrellas que hace meses pegó y que ya apenas se iluminaban en la oscuridad.

Meditaba sobre la inmensidad, en aquella noche vacía y negra cuando ella empezó a roncar.

Eran las 6 de la mañana cuando decidió parar aquello.

Se levantó, preparó meticulosamente el desayuno con cariño metamorfoseado en desencanto.

Miró el cacao aún no disuelto perdiéndose en el fondo en miradas que no miraban.

La despertó, y le ofreció el desayuno. Ella medio dormida, sonrió, se acomodó y le dijo:


Gracias y apúrate para que no llegues tarde al instituto.


Él se quedó sentado, observándola y esperando pacientemente a que el veneno surgiera finalmente efecto.

Nunca pensó que quedarse huérfano, pudiera calmar desazones en su alma.

Una vez todo acabado, fue al baño, se enjuagó la boca para quitarse el sabor a pescado crudo y diligentemente fue como cada viernes a su clase de matemáticas

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