Susurros en la obscuridad

Susurros en la obscuridad

Me disponía a trabajar en mi nuevo relato, páginas en blanco, tinta y una pluma me seducían para marcar palabras que no debían quedarse presas en mi mente...

Tomé la pluma, empecé a escribir, un dulce sonido que provocaba al rozar la hoja cuando escribí "ella", justo cuando comenzaba la segunda palabra un fuerte golpe en la puerta me interrumpió acelerándome el corazón; Molestó fuí a echar un vistazo, pensando:

Esa gente tan estúpida no deja de venir a molestar

Abrí, no había nadie allí, mire a todos lados, estaba apunto de anocher y apenas si podía visualizar los objetos en las sombras, en ese momento me percaté lo hermoso del color gris que se podía apreciar antes de la llegada de la obscuridad total, un ligero viento me acariciaba la cara, al igual que lo hacía con las hojas de los árboles quienes bailaban al ritmo de la brisa, era algo majestuoso, era el mismo sentimiento que sólo podría haberme causado el roce de sus labios, de sus ahora labios inexistentes -mi amada esposa Carlota- su recuerdo me quedaba después de su partida. -qué bello recuerdo me trae este viento- pensé-, en ese momento escuché un susurro, apenas si logré captar mi nombre "ABEL", un escalofrío me recorrió desde la punta de los pies hasta la cabeza, mi piel fué cubierta por un helado frío paralizándome por un momento... Era la voz de Carlota, estaba seguro de ello, me estaba llamando. Me despabilé y como pude regresé dentro de mi apartamento , tomé esa botella de burbon que llenaba mis venas de calidez, bebí un gran trago, me sentí tibio de nuevo.
No podía pensar claro, ¿Qué había sido aquello? -NADA- trataba de concentrarme, pero estaba seguro que era su voz....

Regresé a las hojas, pero las palabras habían sido reemplazadas por la imagen de Carlota y yo, sólo podía escribir su nombre, "CARLOTA, Carlota, Carlota... CAR..LOTA". La tinta se terminó pero yo seguía escribiendo sin parar su nombre, lágrimas empezaron a cubrir mis pómulos, mi boca, tenía un sabor salado.

"ABEL" llegó mi nombre con un nuevo susurro, esta vez lo pude escuchar claramente en el oído, dí un salto, me revolví en la silla sobresaltado, la desesperación se hacía presente en mí "ABEL, ABEL, ABEL..." Me cubrí los oídos con tal fuerza que podía sentir el dolor en los tímpanos, pero ella seguía repitiendo mi nombre.... metí mis dedos con más fuerza a tal grado de sangrar, pero no cesaban los susuros...

Fuí corriendo hasta el sótano donde guardaba los restos de Carlota

-Perdóname amor mío, tuve que hacerlo por nuestro amor, yo te lo prometí, te prometí que estaríamos juntos por siempre- sollozaba ahí delante de ese lugar pero ni las disculpas ni las mil lágrimas podrían ser suficientes.

Y ahí estaba, con mi dolor, los restos de mi amada Carlota y los susuros en la obscuridad.

Autor: Victor Jofre

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