
Sonó la claqueta, era hora de caer. Nunca había aprendido a morir, ni en la escuela, ni en los ensayos, evitó las lecciones sobre la muerte y además sabía que no era capaz.
Le parecía que reírse de ella no era un chiste que quisiera contar.
Se encontraba ahí maquillada y mirándose en el espejo oliendo a sangre falsa.
Después de esa escena tenía que morir. A lo lejos ya se oían voces apocalípticas:
- ¡5 minutos, quedan 5 minutos!
Se vistió, se preparó, se dijo adiós en el espejo y recordó cada frase, cada sentimiento. Alguien gritó:
- ¡1, 2, 3, acción!
Sonó la claqueta. Era su momento. Frente al asesino dijo su texto, se meo en las bragas, lloró despavorida y su aparente desmayo fue su muerte.
Fue su mejor escena.