
Allí se encontraba ella, entre la hierba seca. Lloraba mientras su mente se desgarraba por no comprender tan tremendo acontecimiento.
La brisa recorría las hojas de los arboles y la luna brillaba en todo su esplendor ¿Cuándo empezó esto...? se preguntaba. Era terrible, su padre, madre, hermano y pareja no estaban para protegerla a pesar de haberle prometido estar ahí siempre, el canto de la noche se acompañaba de su llanto como un violín que le daba cuerpo al son de la brisa y cantar de los pájaros. Luego de mucho se sentía algo de paz, como si las cosas estuviesen yendo bien... pero de la nada, todo el concierto de la noche se vio interrumpido, un silencio ensordecedor se hacía
notar, la chica levantó la mirada para ver en una cumbre a su cazador, esos ojos amarillos, esos dientes afilados, sus dos armas una en cada mano, y ese inexpresivo rostro que petrificada las lagrimas y las piernas de la pobre chica.
-¿La presa se hace esperar?- dijo la figura en voz alta.
La chica, aún presa del terror, se levantó rápidamente y corrió... corrió tan rápido como pudo, corrió para salvar su vida, porque sabía que no estaba corriendo contra un monstruo, estaba corriendo contra la muerte misma.