El Engaño

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Si la insolencia no lastima, su indiferencia causa la tuya…

Ya que como el fuego no se controla su horror se hace cada vez más visible. Y así su infierno se hizo inminente ante la caída de su conciencia mientras sus aterrorizados ojos recorrían el lugar. Su corazón explotaba en convulsiones incontrolables haciendo pesado su pecho, volviéndolo adolorido y jadeante. Perdida se sentía entre su aliento, perdió en control y cayó al suelo lastimando su frágil cuerpo, resquebrajando su insensatez. Haciendo casi imposible su huida ante el miedo, ella seguía solo allí en el suelo tirada sin escapatoria, ya no era de la tierra, ya no era de nadie. Sus ojos se iluminaron con los recuerdos ella y Aliss en las sábanas reconociéndose una a la otra amándose después de tantos problemas, después de tan duras pruebas, pero ella no pudo evitar que le gustara él… Él tenía algo que a ella le hacía perder la cordura algo más fuerte que la fe.

Para ella, él era algo que necesitaba, algo que necesitaba tanto como los cristianos necesitan el cuerpo de Dios. – ¿Te aprietan mucho las cadenas querida? – qué triste que aquella voz que tanto había amado se había convertido en el verdugo de ella. Muy en el fondo siempre lo supo, su oscuridad era muy grande en su corazón. – Suéltame- repetía ella, estúpidas cadenas realmente le estaban haciendo daño – Pero Charlotte, querida. ¿Acaso no te gusta ese nuevo juego?  te ves tan apetitosa así, tan débil en comparación a mí, se me hace agua a la boca, no tienes ni idea.

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Y así se acercó Aliss y produjo un crucifijo de plata no sin antes haberle amarrado más las cadenas, después la beso descaradamente, pero Aliss en algo si tenía razón ella era tan frágil. tan débil. – No sabes cómo te extraño Charlotte. No sabes como deseaba tenerte entre mis brazos de nuevo como sucumbía ante el deseo de que fueras siempre mía -rio. – No sabes lo que dices Aliss suéltame -Empezaba a desesperarse era como una pequeña paloma herida. – Este crucifijo me lo regalo mi madre quiero que tú lo tengas mi amor en promesa de todo el amor que nos tuvimos. Y sin decir más le clavó el crucifijo en el pecho.

Ahora entendía, ella quería que el mismo Dios estuviera presente en lo que ella acababa de hacer en su amor. Su fe no era nada comparado con lo que le haría. Charlotte sentía como su cuerpo luchaba por mantenerse despierto nunca pensó que le causaría tanto dolor. Aliss tomo el crucifijo y lo hundió más en su carne rechinando sus dientes, tratando de no gritar, pero el dolor iba creciendo y ella ya no pudo controlar su boca y sus gritos salieron sofocados por la garganta y pronto comenzó a palidecer.

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Aliss pensaba que era de placer. Así que sin esperar más trajo sus otros juguetes esto no lo hacía por odio esto no lo hacía por el engaño, lo hacía porque quería cada centímetro de su piel. – Querida todavía no te duermas, ni siquiera he hecho nada, ven déjame besarte-. Arrodillándose ante ella le lamió la sangre que corría por su cuello y sintió por última vez sus labios. Aliss trajo un cuchillo y rompió las vestimentas de Charlotte dejándola aún más expuesta a su merced.

Charlotte sabía que haría. Aliss dibujaría en ella como si fuera su lienzo. Comenzó con la parte baja del abdomen haciendo una especie de nube que iba subiendo hasta su pecho. El corte era profundo realmente la había tatuado con fuerza, después en su pecho alrededor del crucifijo hizo un corazón para que cuando la encontraran la gente sepa que la había amado y marcado con la señal de su pasión. Después volteo su brazo y comenzó a dibujarle sus venas. Tan frágil y delicada, pensó Aliss, que casi podía romperla de un golpe.

Aliss, por favor perdóname – Su voz se apagaba, realmente no sobreviviría mucho, ella era muy débil.

Querida ya es tarde para el perdón. -Y así mientras la iba besando fue cortando su cuello salvajemente.

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