En La Oscuridad

Harry, Thomas, Jennifer y Clara eran cuatro adolescentes que vivían en una pequeña ciudad norteamericana, donde en otros tiempos habían tenido lugar siniestros episodios de brujería. Aunque no creían seriamente en la magia, los cuatro muchachos sentían una irresistible atracción por todo lo extraño y misterioso, así que una noche de Halloween decidieron entrar en cierta casa abandonada, que tenía fama de estar encantada. Se decía que antaño dicha casa había sido la sede de un culto diabólico, cuyos miembros

Harry, Thomas, Jennifer y Clara eran cuatro adolescentes que vivían en una pequeña ciudad norteamericana, donde en otros tiempos habían tenido lugar siniestros episodios de brujería. Aunque no creían seriamente en la magia, los cuatro muchachos sentían una irresistible atracción por todo lo extraño y misterioso, así que una noche de Halloween decidieron entrar en cierta casa abandonada, que tenía fama de estar encantada. Se decía que antaño dicha casa había sido la sede de un culto diabólico, cuyos miembros se reunían esporádicamente para invocar a una entidad maligna, el Cazador de las Tinieblas. También se decía que dicha entidad suponía un gran peligro incluso para sus propios adoradores, pero, como sólo podía manifestarse en la más absoluta oscuridad, hasta la luz más tenue podía mantenerlo a raya. Los cuatro amigos tenían la intención de invocar al Cazador de las Tinieblas en el sótano de la casa abandonada, aunque para ellos el ritual sólo fuera un juego morboso. De todas formas, se acordaron de crear una barrera de luz a su alrededor, empleando una docena de velas que habían traído consigo. Harry, el único fumador del grupo, encendió las doce velas con su mechero y Jennifer las colocó formando un círculo perfecto, dentro del cual los amigos estarían teóricamente a salvo del Cazador. A continuación, Thomas empezó a pronunciar, con voz cómicamente solemne, las palabras de un extraño ensalmo. Mientras que Harry y Jennifer apenas podían contener la risa, Clara, que era la más impresionable del grupo, palideció y sus ojos azules reflejaron un vago temor. Thomas aún no había terminado de hablar cuando empezaron a oírse unos ruidos extraños, procedentes de la oscuridad que imperaba más allá del círculo de luz. Todos los amigos gritaron de terror, sinceramente asustados, pero la más afectada fue Clara, que se desmayó a causa de la angustia. Sobreponiéndose al miedo paralizante que lo había dominado durante unos segundos, Thomas sacó su linterna y enfocó la luz hacia el lugar de donde procedían aquellos sonidos. Salvo la inconsciente Clara, todos los amigos suspiraron aliviados al ver que sólo era un gato, el cual no tardó en huir despavorido. La situación habría parecido cómica, de no ser por el estado de Clara, que seguía desmayada. Entre todos intentaron reanimarla y pronto la muchacha empezó a dar señales de vida, aunque seguía muy pálida y mantenía los ojos cerrados. Pensando que ya estaba recuperándose, Harry se agachó a su lado para ayudarla a levantarse. Sin embargo, Clara no abrió los ojos ni realizó ademán de erguirse, sino que, con una rapidez fulgurante, introdujo su mano en el bolsillo de Harry y le quitó el mechero. Antes de que nadie pudiera reaccionar ni comprender qué pasaba, Clara, todavía en el suelo, encendió el mechero y se quemó ambos párpados con la llama. Inmediatamente después, y siempre con una velocidad inverosímil, se levantó, apartó a empujones a sus estupefactos amigos y pisó todas las velas hasta apagarlas. La más absoluta oscuridad se apoderó del sótano y tres voces aterrorizadas chillaron en las tinieblas para luego guardar silencio. Poco después, Clara, con los ojos ciegos para siempre y las manos ensangrentadas, abandonó la casa maldita y se encaminó hacia la villa, en busca de nuevas víctimas. Aunque, en realidad, lo que salió de la casa ya no era Clara, sino únicamente su cuerpo, poseído por el Cazador de las Tinieblas. Este había acudido a la invocación de Thomas y se había introducido en el cerebro de Clara, que, como se hallaba sumido en la negrura de la inconsciencia, era el único lugar completamente oscuro dentro del círculo de luz.

El sol salió pocas horas después, igual que todos los días. Pero aquella mañana sus rayos cayeron sobre un mundo completamente muerto, como todos los planetas que alguna vez habían recibido la visita del Cazador de las Tinieblas.

 

 

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