Chica Fantasma

Takuma era un adolescente japonés de corazón noble y bondadoso, pero que había nacido con una extraña peculiaridad: podía ver y oír a los muertos (no a todos, sino únicamente a aquellos cuyas almas habían sido condenadas a vagar eternamente, es decir, a los fantasmas). Aunque él mantenía oculto su don, los demás muchachos lo consideraban un bicho raro y lo trataban con desprecio. Su única amiga era Akane, la dulce y bondadosa hija del jefe de policía, pero, por desgracia, iban a institutos diferentes y solo

Takuma era un adolescente japonés de corazón noble y bondadoso, pero que había nacido con una extraña peculiaridad: podía ver y oír a los muertos (no a todos, sino únicamente a aquellos cuyas almas habían sido condenadas a vagar eternamente, es decir, a los fantasmas). Aunque él mantenía oculto su don, los demás muchachos lo consideraban un bicho raro y lo trataban con desprecio. Su única amiga era Akane, la dulce y bondadosa hija del jefe de policía, pero, por desgracia, iban a institutos diferentes y solo se veían ocasionalmente. Sin embargo, Takuma encontraría una nueva amiga en el instituto. Para evitar el acoso de sus compañeros, se pasaba las horas libres en la azotea, donde conoció al fantasma de una chica que había muerto allí varios años antes. Aquella chica había hecho algo terrible antes de morir, por lo que nunca podría descansar en paz. Pese a ser, cada uno a su modo, dos seres tristes y solitarios, Takuma y la chica fantasma llegaron a ser buenos amigos y encontraron una extraña forma de felicidad en los momentos que compartían. Sin embargo, una mañana la chica fantasma encontró a Takuma más preocupado que de costumbre, así que le preguntó:

-¿Qué te pasa hoy, Takuma-kun? Estás muy nervioso... ¡como si hubieras visto un fantasma!

Takuma estaba demasiado embebido en sus pensamientos para pillar la ironía y se limitó a decir:

-Es que... esta tarde viene Akane a mi casa. Vamos a preparar entre los dos los exámenes de ingreso para la universidad.

-¿Y qué hay de malo en eso? No es la primera vez que estudiáis juntos.

-Ya, pero hoy estaremos los dos solos por primera vez. Mis padres estarán fuera de casa todo el día.

-¿Y qué pasa entonces? ¡Ah, ya veo! A ti te gusta Akane y quieres aprovechar la ocasión para declararte.

-Bueno... sí. Pero es que será la primera vez que me declare a una chica y no sé bien cómo hacerlo. ¡Oye, onee-chan (hermanita o amiga en japonés)! ¿No podrías venir conmigo para echarme una mano? Con que me dictes lo que debo decirle, ya es suficiente.

-¡Uf, no sé! La última vez que me metí en un rollo semejante, la cosa acabó bastante mal.

-¡Por favor, onee-chan! Aunque la cosa salga mal, siempre te lo agradeceré.

Tanto insistió Takuma que finalmente la chica fantasma se ofreció a ayudarlo y lo acompañó a su casa cuando terminaron las clases. Pero finalmente no fue necesaria su ayuda, pues, cuando Akane entró en la casa del ansioso Takuma, recibió una inesperada llamada telefónica. Cuando la muchacha vio que dicha llamada procedía del móvil de Naeko, su hermana pequeña, se extrañó y dijo:

-¿Pero qué me quiere Naeko-chan a estas horas? Debería estar en sus clases de ballet.

Akane respondió a la llamada, pero la voz que habló con ella no era la de su hermanita, sino la de un hombre desconocido. Takuma no oyó lo que le decía, pero vio que Akane palidecía rápidamente y que las manos empezaban a temblarle. Cuando se cortó la llamada, la angustiada muchacha le dijo a su amigo con voz trémula:

-Han secuestrado a Naeko-chan mientras iba a la academia de ballet. Los secuestradores dicen que la matarán si no voy inmediatamente al lugar donde la tienen. Y también lo harán si intento contactar con mi padre o con la policía. Creo que tienen controlado mi teléfono.

Takuma vio que Akane se estaba derrumbando, así que la abrazó e intentó consolarla, pero comprendió que en aquel momento ella no necesitaba consuelo, sino ayuda. Le dijo:

-¡No vayas allí! Si lo haces, también te secuestrarán a ti.

-¡Pero si no voy matarán a Naeko!

-Y si vas quizás os maten a las dos. Lo único que puedes hacer por tu hermana es avisar ahora mismo a la policía. Si crees que controlan tu móvil, puedes usar el mío.

Akane fingió aceptar el aparato que le ofrecía Takuma. Pero, cuando este se descuidó, la muchacha agarró un rodillo de cocina y le propinó un fuerte golpe en la cabeza, que lo dejó sin sentido. Tras derribar a su amigo, Akane le dijo con lágrimas en los ojos:

-Lo siento de verdad, Takuma-kun, pero tú no me hubieras dejado irme y debo hacerlo. La vida de mi hermana está en juego.

Cuando Takuma se despertó, la única que se hallaba a su lado era la chica fantasma, que le dijo:

-¿Qué tal estás, Takuma-kun? Llevabas bastante tiempo sin sentido.

-¡Ay, aún me duele mucho la cabeza! Comprendo que Akane esté desesperada, pero pudo haberme pegado con menos fuerza. Y ahora no sé adónde ha ido.

-Cuando llegó a la calle paró un taxi. Lo estuve siguiendo y la vi apearse en las afueras, cerca del templo abandonado de las montañas.

-¿Pero cómo pudiste seguir un taxi hasta tan lejos?

-Entré en el cuerpo de un pájaro.

-¿Puedes hacer eso?

-¡Pues claro! Cualquier fantasma puede poseer un cuerpo vivo durante unos pocos minutos. Por cierto, no intentes llamar a nadie. Ella se llevó tu móvil.

-¡Vaya mierda! Y la comisaría está muy lejos.

-Sí. Tomando un taxi, llegaríamos antes al templo.

-¿Y qué podríamos hacer nosotros allí? No somos superhéroes de anime, precisamente.

-No, pero algo se me ocurrirá. Debemos tomar un taxi cuanto antes.

-¡Pero no llevo suficiente dinero!

-Eso déjalo de mi cuenta.

Tras subirse a un taxi acompañado por su amiga invisible, Takuma le pidió al chófer que lo llevara rápidamente a las cercanías del templo. La chica fantasma creó una corriente de aire frío en el interior del vehículo, que hizo estornudar a Takuma. El taxista, preocupado por lo que el muchacho pudiera decir en los foros de Internet sobre la calidad de su servicio, le pidió disculpas por el mal funcionamiento de la calefacción y, para compensarlo, le hizo una rebaja considerable. Mientras caminaban por el bosque hacia el viejo templo de las montañas, la chica fantasma le dijo a Takuma que la esperase durante unos minutos, mientras ella se acercaba a un cementerio abandonado que había en las cercanías. Volvió poco después, acompañada por el fantasma de un feroz samurái del siglo XIX, y le dijo al sorprendido Takuma:

-He estado hablando con Takeda-sama (el señor Takeda). Ha accedido a ayudarnos, pues una buena acción le permitirá limpiar su conciencia y acceder al descanso eterno. Cuando lleguemos al templo, él poseerá tu cuerpo y así podrás vencer a los malos.

El pobre Takuma intentó protestar ante lo que él consideraba un plan descabellado, pero no tuvo tiempo, pues el alma de Takeda penetró en su carne, transmitiéndole no solo su sabiduría marcial, sino también su valor y su determinación.

Mientras tanto, los secuestradores (cuatro en total) habían encerrado a Akane y a su hermana Naeko en una cámara del templo. Pensaban usarlas como rehenes para presionar a su padre, el jefe de policía. Si este no accedía a sus peticiones, que incluían la liberación de varios miembros de la banda, degollarían a sus hijas (empezando por la menor, pues a Akane pensaban violarla antes de matarla). Pero entonces apareció Takuma, convertido en un verdadero guerrero samurái. Su única arma era un palo afilado que había encontrado en el bosque, pero en sus manos era tan eficaz como una espada de kendo, a lo cual había que sumar el control de sus movimientos y la depurada técnica de combate que le había transmitido Takeda. Derribó sin problemas a tres de los delincuentes y, cuando el cuarto iba a apuñalarlo por la espalda, la chica fantasma lo avisó a tiempo, permitiéndole revolverse a la velocidad del rayo y dejar fuera de combate a su último adversario. Tras atar a los inconscientes secuestradores, Takeda sintió que Takeda abandonaba su cuerpo para partir hacia el reposo eterno en la Tierra Pura. Pero ya no lo necesitaba, así que liberó sin problemas a las chicas, las cuales, aunque habían pasado mucho miedo, estaban sanas y salvas.

Mientras la policía tomaba declaración a Akane, Takuma se apartó para darle las gracias a la chica fantasma, que le pareció extrañamente triste. Le dijo:

-Y tú, onee-chan, ¿por qué no te has ido a la Tierra Pura con Takeda-sama? También has hecho una buena acción, así que tus faltas del pasado deberían haberse borrado, al igual que las suyas.

Ella le dedicó una sonrisa melancólica y respondió:

-Ninguna buena acción puede borrar las faltas del pasado. Te he mentido: si Takeda puede descansar en paz es porque hice un pacto con él. A cambio de su ayuda, yo absorbí todos sus pecados para liberarlo de su condena.

-Pero, ¿qué te pasará a ti ahora?

-Estaré doblemente condenada y seré menos que un fantasma. Pronto ni siquiera tú podrás verme ni oírme, ni siquiera te acordarás de mí. Pero yo jamás te olvidaré. ¡Hasta siempre, Takuma-kun!

-¡No te vayas, por favor, onee-chan! ¡Eres mi mejor amiga!

Entonces Akane, sorprendida por el grito de Takuma, se acercó a él y le preguntó:

-¿Con quién hablabas, Takuma-kun? Aquí no hay nadie.

Takuma se mantuvo confuso durante unos segundos y luego dijo:

-No… no sé. Creo que había alguien aquí, pero no recuerdo quién era.

Efectivamente, Takuma había perdido toda memoria de la chica fantasma, que se apartó de él y empezó a caminar por el bosque, mientras sus ojos muertos lloraban amargas lágrimas de tristeza. Se dijo:

-Ojalá Takuma sea feliz con Akane. Pero yo estaré sola para siempre.

Entonces apareció a su lado el alma de Takeda. La chica fantasma, sorprendida, le preguntó:

-¿Cómo es que está aún en este mundo, Takeda-sama? ¿No se había ido a la Tierra Pura?

El samurái le respondió con una dulzura poco habitual en él:

-Sí, pero he vuelto momentáneamente para darte algo. Aunque las almas condenadas no podéis ascender a la Tierra Pura, las almas inocentes sí pueden bajar al mundo material cuando lo desean. Cuando llegué al Paraíso, me encontré con un alma pura que deseaba conocerte, pero que no sabía dónde encontrarte, así que la he guiado hasta ti.

-¡No lo entiendo! ¿Qué alma pura querría conocer a alguien como yo?

Entonces apareció el espíritu de un niño pequeño, que se arrojó sonriente entre los brazos de la sorprendida chica fantasma. Esta, estupefacta, le preguntó a Takeda:

-Pero, ¿quién es este niño? ¡Nunca lo había visto ni sé cómo se llama!

El samurái sonrió y le dijo:

-Puedes llamarlo como quieras, pues es tu hijo: el alma del niño que llevabas en tus entrañas cuando moriste. Ahora debo volver a la Tierra Pura, pero creo que él prefiere quedarse contigo. Espero que seáis muy felices juntos.

La chica fantasma, llorando de nuevo (pero esta vez de alegría), abrazó al niño, que también se sentía muy feliz al lado de su madre, y le dijo:

-¡Así que era verdad! ¡Mi niño querido! ¡Nunca más volveré a estar sola!

Y así, del mismo modo que algunos conocen la desgracia sin necesidad de ir al Infierno, en esta ocasión alguien alcanzó la felicidad sin necesidad de ir al Cielo.

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