Dos En Uno

Cierto día de verano una importante ciudad norteamericana amaneció consternada por el crimen que se había producido durante la noche en el museo arqueológico. Dos hombres armados habían matado a tres guardias y se habían llevado una de las piezas más valiosas del museo, un anillo de oro que había pertenecido al mago árabe Abdul Alhazred, personaje sobre el cual circulaban muchas leyendas. Se decía que había muerto devorado por un monstruo invisible en la época de los califas Omeyas y que se había llevado a

Aquella calurosa mañana estival tres adolescentes se acercaron a una playa solitaria, donde podrían tomar el sol tranquilamente y darse un baño en las frescas aguas del Atlántico. Integraban aquel grupo una atractiva quinceañera llamada Amanda Martins, su amiga April May y el hermano pequeño de esta, Joel, que solo tenía trece años.

Aunque sus amigos lo ignoraban, Amanda era la mejor médium del mundo, pues solo necesitaba tocar algo que hubiera pertenecido a un difunto para invocar su espíritu y someterlo a su mandato.

Una vez en la playa, las chicas decidieron tomar el sol antes de bañarse. Cuando Joel vio a Amada en bikini, sufrió uno de esas erupciones hormonales propias de la adolescencia y, para que nadie notara su estado de erección, se arrojó al agua, pese a que aún estaba bastante fría. Empezó a nadar sin pensar a donde iba, porque en aquel momento Amanda ocupaba todos sus pensamientos y, cuando se dio cuenta, ya estaba bastante lejos de la playa. Iba a dar la vuelta cuando sobre la superficie del mar apareció una siniestra aleta triangular. Aquella aleta pertenecía a un tiburón galano, que parecía muy interesado en el incauto muchacho. Como la orilla estaba demasiado lejos, Joel empezó a nadar con todas sus fuerzas hacia un islote cercano, pero estaba cansado, tenía la corriente en contra y el tiburón recortaba distancias inexorablemente. Entonces Amanda se dio cuenta de que Joel se hallaba en peligro y, aunque permaneció callada para no preocupar a April (quien seguía tumbada tranquilamente sobre la arena, sin enterarse de nada), decidió usar sus poderes en favor de su amigo. Tocó el amuleto preferido de su familia (una vieja moneda de plata que había pertenecido a Edgar Allan Poe) e hizo que el espíritu de Poe poseyera temporalmente el cuerpo de Joel. Es sabido que aquel gran escritor fue un gran deportista en su juventud, antes de que la pobreza y el alcohol estragaran su cuerpo, y sobre todo un excelente nadador, al igual que Lord Byron. Cuando Poe entró en el cuerpo de Joel, comprendió rápidamente los deseos de Amanda y empezó a nadar hacia el islote con su mejor técnica, la misma que le permitió remontar ocho millas a contracorriente en el río James de Virginia, cuando él mismo también era un adolescente. Cuando por fin llegó al islote, Joel-Poe (llamémoslo así) estaba agotado, así que se tumbó sobre las rocas para descansar y dijo para sí mismo:

-¡Uf, esto es peor que una resaca! Bueno, esperaré a que se vaya el tiburón y luego volveré con las chicas. No las veo desde aquí, pero supongo que me estarán esperando.

Durante un buen rato el tiburón estuvo trazando círculos en torno al islote, pero entonces apareció un pez martillo y ambos escualos se enzarzaron en un combate mortal. Joel-Poe, ya bastante recuperado, aprovechó la oportunidad para volver a la playa nadando con renovados bríos.

Pero, una vez allí, se encontró con algo inesperado: Amanda había desaparecido, mientras que April estaba entre unos arbustos, atada y amordazada. Joel-Poe le quitó la mordaza y le preguntó qué había pasado. April, muy nerviosa, le dijo con la voz entrecortada que pocos minutos antes, mientras él estaba en el islote, dos hombres las habían asaltado y se habían llevado a Amanda por un agreste camino que bordeaba los acantilados. Joel-Poe reflexionó durante unos segundos y dijo:

-Por ese camino no es fácil moverse, así que aún deben de estar bastante cerca. Si me apuro, quizás pueda alcanzarlos.

Dicho esto, se levantó y empezó a seguir las huellas de los secuestradores.

April, estupefacta y bastante furiosa, dijo:

-¿Pero qué pretendes hacer tú solo contra esos tipos? ¡Además no puedes dejarme así!

-Tienes razón, se me olvidaba…

Joel-Poe volvió atrás, pero, en vez de desatar a April, lo que hizo fue volver a ponerle la mordaza, en parte por razones prácticas y en parte para realizar una fantasía del subconsciente de Joel, que muchas veces había soñado con amordazar a su hermana.

-Perdona, pero es que si gritas tanto ellos podrían oírte y así delatarías mi presencia antes de tiempo. Pronto volveré por ti, te lo prometo.

-¡Pero es que te has vuelto loco…! ¡MMMPHH!

Joel-Poe inició la persecución de los secuestradores. Pero entonces llamó su atención un enorme bulto grisáceo que las olas habían arrastrado hacia la playa. Se trataba del tiburón galano, que había muerto luchando con el pez martillo. Joel-Poe tuvo una idea y se acercó rápidamente al cadáver del tiburón. Con ayuda de una piedra afilada, le arrancó un diente y se lo llevó consigo cuando reinició la persecución de los secuestradores.

Estos pertenecían a una banda criminal, la cual estaba siendo investigada por el padre de Amanda, que era un importante agente del FBI. En un acto de desesperación, los delincuentes habían decidido raptar a Amanda, para usarla como rehén si el agente Martins seguía apretándoles las tuercas.

Joel-Poe siguió la pista de los secuestradores, empleando para ello unas dotes detectivescas dignas de Augusto Dupin. Finalmente encontró a Amanda atada de pies y manos dentro de una garita militar abandonada, situada al borde de un acantilado. Ya iba a desatarla cuando aparecieron los secuestradores, que se habían alejado un momento para inspeccionar los alrededores, pero que volvieron justo a tiempo de sorprender a Joel-Poe intentando rescatar a Amanda. Encañonado por dos pistolas, el muchacho no tuvo más remedio que rendirse y dejar que los criminales lo ataran al lado de Amanda. Aunque, en realidad, aquello era lo que él había previsto. Tras asegurarse de que sus prisioneros estaban bien atados, los secuestradores abandonaron una vez más la garita, porque necesitaban llamar a sus jefes para pedirles instrucciones y allí dentro no había cobertura. Aprovechando que no lo vigilaban, Joel-Poe se acercó a Amanda y depositó en sus manos el diente que le había quitado al tiburón. Hecho esto, le dijo en voz baja a la muchacha:

-Es el diente de un tiburón. Y ahora ellos están cerca del acantilado.

Amanda comprendió. Sonrió, le guiñó un ojo a Joel-Poe para demostrarle que había entendido la sugerencia y apretó con fuerza el diente, mientras concentraba su poder para invocar al espíritu del tiburón. Luego hizo que este entrara en el cuerpo del más fuerte de los secuestradores, que en aquel momento estaba contemplando el mar tranquilamente, mientras su compañero hablaba por teléfono. Poseído por el espíritu del tiburón, aquel hombre se transformó rápidamente en una bestia irracional y sedienta de sangre. Se arrojó sobre su sorprendido compañero y lo mordió en el cuello, con tanto ahínco que estuvo a punto de desgarrarle la garganta. Pasado el primer susto, el otro hombre, pensando que su cómplice se había vuelto loco, empezó a forcejear con él, pero no logró zafarse y lo único que consiguió fue que los dos cayeran por el acantilado.

No se mataron de milagro, pero sus armas quedaron inutilizadas por el agua y tuvieron que nadar rápidamente hacia la costa para no ser arrastrados por la corriente (el hombre poseído ya había recuperado la cordura y, como no se acordaba de nada, ignoraba que su compañero le tenía reservado un buen puñetazo para cuando llegaran a tierra firme).

Mientras tanto, al verse libres de sus captores, Joel-Poe y Amanda se desataron entre ellos, cosa que lograron con relativa facilidad.

Como ya estaba todo arreglado, el alma de Poe decidió volver al Más Allá y abandonó el cuerpo de Joel, que no entendía cómo había llegado allí, pues lo último que recordaba era que huía de un tiburón en el mar. Estaba tan confuso que apenas fue capaz de decir:

-Amanda, ¿qué ha pasado?

La muchacha sonrió y le dijo:

-Lo que ha pasado es que acabas de rescatarme, como un caballero andante. Muchas gracias, Joel.

Dicho esto, Amanda besó cariñosamente a Joel, quien esta vez no pudo disimular su erección. Fuera como fuera, disfrutó mucho de aquel momento, ignorando que él también tenía reservado un buen puñetazo por parte de su hermana.

 

 

 

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