
El agente del FBI John Martins había dedicado muchos años de su vida a investigar toda clase de misterios, especialmente aquellos que iban “más allá de lo normal”. Pero esta vez el misterio había llamado a su puerta y su hija Amanda, que solo era una niña, había sido raptada cuando volvía del colegio. Sus superiores le habían prohibido involucrarse personalmente en la investigación, pero, por una vez, Martins había decidido desobedecerlos. Y no solo porque la víctima fuera su propia hija, sino porque él sabía algo que sus jefes ignoraban, un detalle que hacía del secuestro de Amanda un caso “más allá de lo normal”: ella era la mejor médium del mundo y podía invocar a cualquier espíritu del Más Allá tras tocar algo que le hubiera pertenecido en vida.
Martins descubrió los poderes de Amanda poco después de perder a su esposa en un trágico accidente de circulación y, aunque le ordenó mantenerlos en secreto, no pudo evitar que uno de sus peores enemigos acabara descubriéndolos.
Aunque la policía culpaba del rapto a un pederasta, Martins sospechaba que el verdadero culpable era un viejo adversario: el doctor Klaus Nessler, prestigioso médico, experto en parapsicología y, en sus ratos libres, un peligroso criminal. Gracias a sus espías, Nessler había descubierto los poderes de Amanda y pensaba usarlos en su propio beneficio. Pero, como no tenía pruebas contra él, Martins decidió actuar extraoficialmente (es decir, ilegalmente), aunque ello supusiera poner en riesgo su carrera profesional e incluso su propia vida. Tenía razones para pensar que Amanda se hallaba confinada en la mansión de Nessler y estaba dispuesto a rescatarla a cualquier precio. Entrar allí no sería demasiado difícil para alguien con su adiestramiento. En cuanto a salir con vida, eso ya sería más complicado.
…
Aquella noche, Martins se desplazó en coche al pueblo costero donde la casa de los Nessler se alzaba desde principios del siglo XIX. Aparcó en medio de un bosquecillo cercano y prosiguió su viaje a pie, hasta que llegó a su destino. Forzar la puerta trasera de la casa y entrar sin ser visto le resultó bastante fácil. Quizás demasiado fácil, pensó Martins, mientras caminaba silenciosamente por las sombrías galerías de la mansión, con el corazón en un puño y una pistola en la mano. Sus temores no eran infundados, pues súbitamente una sombra surgió de la oscuridad y le propinó un fuerte golpe en la cabeza con una especie de porra. Martins cayó al suelo y su conciencia se hundió en una negrura más oscura que la misma noche.
…
Cuando se despertó, se vio en una situación bastante desesperada: estaba en el salón de la casa, atado a una silla y con una mordaza en la boca. Frente a él, contemplándolo con una mirada al mismo tiempo fría e irónica, se hallaba el doctor Nessler, quien le dijo:
-Buenas noches, Martins. Sabía que usted vendría a hacerme una visita y, de hecho, estaba esperando su llegada como agua de mayo. Dado que deberá permanecer amordazado, para que sus gritos no perturben el sueño de la vecindad, yo mismo le diré lo que desea saber, sin necesidad de que usted me lo pregunte. Tal como ha supuesto, su hija se halla a buen recaudo en el desván de esta casa. Cuando supe que era una chica especial, decidí raptarla para aprovecharme de sus poderes. He reunido una colección de objetos pertenecientes a los mayores magos de la Historia, para que ella pudiera invocar a sus espíritus y ordenarles que me revelaran todos sus secretos. Desgraciadamente, hasta ahora Amanda se ha negado en redondo a satisfacerme, pero creo que las cosas cambiarán cuando sepa que usted se ha convertido en nuestro rehén. No tendrá más remedio que servirme, si no quiere ser testigo de su muerte.
Dicho esto, Nessler hizo ademán de ir en busca de Amanda, pero, para su sorpresa, la muchacha se hallaba en la entrada del salón, completamente libre. Nessler la miró estupefacto y le dijo:
-¿Cómo has podido huir? ¡Se suponía que estabas bien atada y encerrada en el desván!
La niña, que parecía bastante tranquila, le mostró un pequeño objeto brillante y le dijo:
-Cuando usted me enseñó su colección de objetos mágicos, aproveché la ocasión para meterme en el bolsillo una sortija que había pertenecido a Harry Houdini. Luego la usé para invocar al espíritu del señor Houdini, quien tuvo la amabilidad de darme unas lecciones rápidas de escapismo.
-¡Desde luego, eres realmente maravillosa! Pero escapar de tu encierro no te ha servido de nada. Tendrás que obedecerme si no quieres que mate a tu papaíto. Para empezar, quiero que uses tus poderes para invocar al espíritu de Alhazred. Ya sabes cuál es su lámpara.
Amanda obedeció a Nessler y tomó en sus manos una vieja lámpara de aceite que se hallaba sobre un mueble del salón. Dicho objeto había pertenecido al mago árabe Abdul Alhazred, de quien se decía que había muerto devorado por un monstruo invisible en la época de los califas Omeyas. También se decía que Alhazred se había llevado a la tumba grandes secretos, que podrían convertir en amo del mundo a quien consiguiera recuperarlos. De no estar amordazado, Martins le hubiera pedido a su hija que no le dijera nada a Nessler, aunque seguramente ella no le habría hecho caso.
Nessler, complacido por la sumisión de Amanda, sonrió y le dijo:
-¡Así me gusta, eres una buena hija! Bien, ahora invoca a Alhazred y cuéntame todo lo que te transmita.
-Un momento, doctor Nessler: si quiere, podemos hacer eso de otra forma mucho más rápida y segura. Si hago que el espíritu de Alhazred entre en su cuerpo, usted adquirirá todos sus conocimientos en un instante.
-Pero… ¿también puedes introducir el alma de un muerto en un cuerpo vivo?
-¡Claro que puedo! Ahora mismo lo verá.
Dicho esto, Amanda se calló y se concentró para invocar al espíritu del viejo mago árabe a través de su lámpara. A continuación, tal como había dicho, proyectó la energía espiritual de Alhazred hacia el cuerpo del expectante Nessler, quien pronto sintió cómo algo nuevo pasaba a formar parte de su mente. Pero también sintió un dolor tan atroz que, incapaz de soportarlo, cayó al suelo desmayado.
Amanda soltó la lámpara y corrió hacia su padre, al que desató rápidamente. A continuación, padre e hija salieron corriendo del salón y abandonaron la casa por la puerta trasera, burlando fácilmente a los centinelas que custodiaban el jardín. Martins no entendía qué le había pasado a Nessler, pero no quiso hacerle ninguna pregunta a Amanda hasta que los dos se vieron a salvo en medio del bosque. Entonces le preguntó a su hija:
-Pero, ¿qué le has hecho a Nessler? Porque su desmayo tuvo que ser cosa tuya, desde luego.
Amanda sonrió y dijo:
-Solo hice lo que él me había pedido. Invoqué al espíritu de Alhazred y lo proyecté hacia su cuerpo, para que adquiriera todos sus conocimientos… incluso el conocimiento de lo que se siente cuando un monstruo invisible te devora las entrañas, lo cual, por lo visto, debe de ser horrible. Supongo que se recuperará, pero no creo que le queden ganas de volver a meterse con nosotros.