
Siempre me he considerado un gran fan de lo paranormal. A pesar de mi escepticismo siempre me han atraído los fenómenos paranormales, historias de terror, psicofonías y demás, especialmente cuando sus autores o las personas que las relatan las intentan hacer pasar por historias reales y aportan alguna imagen o audio para dar veracidad a sus relatos, estaba convencido de que todo eran montajes, de que no existía nada de eso. Visitaba la biblioteca, buscaba por internet, veía programas de televisión y hacía todo lo que podía por conocer cuantos fenómenos pudiera, sabiendo que jamás podría vivir uno de primera mano, pero estaba equivocado.
Yo trabajo en un restaurante en el que servimos comida a domicilio. Ese día salí a al reparto con varios pedidos en la moto, el primero de ellos era para una casa en las afueras, llegué allí, toqué el timbre y nadie contestó. Esperé unos segundos y volví a llamar, ninguna respuesta, miré alrededor y comprobé que junto a la puerta había una gran ventana, estaba un poco alta, tuve que alzarme para asomarme al interior y no podía ver bien todo lo que había, pero sí pude distinguir claramente un hombre anciano sentado en un sillón frente al televisor, intenté golpear la ventana para ver si me oía pero por la altura y los barrotes que habían en el frontal no llegaba al cristal, grité pero no me escuchó, así que decidí comprobar el ticket, asegurarme de que la dirección era la correcta y llamar por teléfono, pero tampoco respondió nadie, estaba perdiendo mucho tiempo así que decidí hacer el resto de servicios y volver a intentarlo más tarde. Me dirigí hacia el siguiente reparto y, mientras hacía la entrega, recibí una llamada, una mujer había visto mi llamada y me la devolvió, le expliqué lo sucedido y se disculpó diciendo que se había metido en la ducha y no pudo responder al teléfono ni al timbre, volví a aquella casa y la mujer salió con un albornoz y el pelo mojado.
“Lo siento” dijo “creí que tardarías un poco más y que me daría tiempo a ducharme”.
“No te preocupes” respondí, “cosas así pasan a menudo, lo que me ha extrañado es que no me respondiera nadie ni al timbre ni al teléfono ni el señor que está en el salón, que le grité desde la ventana”.
La chica me miró extrañada y me dijo: “No no, en el salón no hay ningún señor”.
Entonces el extrañado era yo: “¿A, no? Juraría haberlo visto sentado en el sillón frente al televisor”.
Ella negó con la cabeza y dijo: “que va, yo vivo sola, ahí no hay nadie”.
Yo estaba seguro de que lo había visto, pero ya empezaba a dudar, en cualquier caso, no quería perder más tiempo y lo dejé pasar:
‘’Vaya, me había parecido ver a alguien pero he debido confundirme, lo siento’’.
‘’No pasa nada’’ me contestó la chica con una amplia sonrisa en el rostro
Terminé el servicio y me dirigí hacia la moto, en cuanto la chica cerró la puerta volví para aclarar mis dudas, me asomé a la ventana y comprobé que el hombre continuaba en el sillón, pero esta vez me miraba fijamente con una expresión intimidante, sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, tomé un impulso y me marché de allí enseguida.
Minutos más tarde había terminado el resto de encargos y me encontraba de regreso al restaurante cuando, en un cruce, noté que alguien me observaba detenidamente, al pasar junto a él noté que era el mismo anciano que había visto en casa de aquella mujer, me observaba con la misma expresión que la ocasión anterior, sentí tal impresión que perdí el control de la moto y caí bruscamente, el accidente no fue muy grave pero me dejó algunas magulladuras, alguien avisó a una ambulancia y me llevaron al hospital.
Una enfermera vino a verme y me dijo que enseguida llegaría el doctor para valorar mi estado. Y cuando éste entró en la habitación no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Aquel mismo anciano traspasó la puerta y se dirigía hacia mí con la misma expresión en su rostro. Grité y me agité tratando de saltar de la cama pero entre la enfermera y el doctor me lo impidieron, me sujetaron con fuerza, trataron de calmarme, y cuando vi por segunda vez el rostro del doctor, lo consiguieron. No era la misma persona, lo había confundido, aquel maldito anciano se había metido profundamente en mi cabeza y no podía sacarlo. Cuando estuve completamente tranquilo la enfermera salió de la habitación, y detrás de ella, el doctor, pero, justo antes de que volviera a traspasar la puerta se detuvo, giró su mirada hacia mí y su rostro había vuelto a cambiar, mostrando el de aquel anciano nuevamente.
Al día siguiente mi cabeza era un cúmulo de dudas. Ya no sabía si estaba obsesionado con aquel rostro y lo veía por todas partes o si realmente ocurría algo extraño con aquel anciano, a fin y a cabo entre la casa donde lo vi por primera vez y el cruce donde lo volví a ver había mucha distancia y yo iba en moto. ¿Cómo pudo llegar tan rápido? Pero eso no era lo más inquietante, desde su visita no me encontraba bien, tenía la respiración entrecortada, la vista se me nublaba y tenía fuertes mareos y náuseas. Una enfermera entró en la habitación y le grité que quería salir de allí, a lo que me respondió que no podía irme hasta que el doctor me diera el alta. Insistí pero, de nuevo, no me lo permitió, aquello me puso muy nervioso, en ningún hospital te retienen contra tu voluntad, además, mi accidente no había sido tan grave ¿por qué llevaba más de 36 horas en aquella habitación?
De repente noté una horrorífica sensación, sentía como si un gran número de insectos recorrieran el interior de mi cuerpo, por debajo de la piel. Me alteré, comencé a gritar, la enfermera puso su mano sobre mi cara y trató de tranquilizarme, me la quité de encima con un fuerte empujón y traté de levantarme de la cama, pero no podía, sentía como si estuviera atado a ella, solo podía mover los brazos y las piernas, pero no podía alzar la cintura del colchón, la sensación se hizo más fuerte, la enfermera se abalanzó sobre mí y seguidamente todo mi cuerpo dejó de agitarse poco a poco, la visión se me fue nublando de forma progresiva y perdí el conocimiento.
Al despertar, varios enfermeros y un nuevo doctor me preguntaban, hablando en un todo de voz muy pacífico y calmado, querían que les contara todo lo sucedido, pero me negué, les dije que primero quería saber qué estaban haciendo conmigo, me dijeron que ellos no eran los causantes de lo que me estaba ocurriendo, y que para ayudarme a averiguarlo necesitaban que les detallara todo lo sucedido, y así lo hice. Uno de los enfermeros me ayudó a levantarme y me enseñó la foto de un hombre anciano, preguntándome si era él quien se me aparecía por todas partes, y, en efecto, lo era.
Exigí explicaciones acerca de quién era y qué sabían de él pero se pusieron a murmurar entre ellos y no me respondieron, perdí la paciencia y les grité, trataron de calmarme pero ya nada podía hacerlo. Volvieron a dormirme y cuando desperté estaba solo, mi cabeza era un mar de dudas. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué querían de mí? ¿Quién era ese anciano? la única explicación razonable es que fuera producto de mi imaginación, pero entonces ¿por qué ellos tenían una imagen suya? Pero antes de que pudiera hallar respuestas a ninguna de mis dudas aquella horripilante sensación volvió a sacudirme, sentía un profundo hormigueo que pronto derivó en un intenso dolor que se hacía cada vez más fuerte, hasta que descubrí que no era una sensación, realmente algo correteaba dentro de mi cuerpo, cuando el dolor ya se hizo insoportable rompí mi ropa, tenía heridas profundas por todas partes, y de muchas de ellas surgían extraños seres con forma humanoide pero diminutos, y de un color amarillento uniforme. Conforme iban surgiendo los aplastaba con mis manos, los agarraba y los lanzaba al otro extremo de la habitación, gritaba desesperado hasta que varios doctores y enfermeros vinieron en mi auxilio, no sé muy bien qué fue lo que hicieron pero ya nada me importaba, el dolor desapareció junto a aquellos extraños seres y lo único que podía sentir era el alivio de ver que todo había finalizado, ya no quería saber qué había ocurrido, me daba igual quién fuera aquel anciano, solo quería descansar y sentirme en paz, poco después mis heridas cicatrizaron y jamás volví a ver al anciano ni al personal del hospital.
Ahora podré dejar aquella terrible experiencia en el pasado y quizá con el tiempo termine olvidándola.
Informe del hospital psiquiátrico de San Lorenzo - Caso 6347
Paciente 03/177M - Ernesto Villanueva del Cañaveral. Varón. 72 años.
Diagnóstico - Esquizofrenia catatónica con crisis paranoide y trastorno de la personalidad.
Seguimiento - El paciente ingresó en la clínica con un desorden psicótico severo, asegurando ser perseguido por un anciano que se le aparecía por todas partes y creyéndose un chico joven que repartía comida a domicilio. Durante la entrevista se le mostró un espejo y reconoció su reflejo como el anciano que le perseguía.
Durante el internamiento tuvo arranques de ira que dirigió contra el personal clínico, y posteriormente, contra sí mismo. Dirigió sus manos contra todo su cuerpo arrancándose fragmentos de tejido y lanzándolos por toda la habitación hasta morir desangrado a las 17:43 horas del 02 de marzo de 2018.
Sus restos serán incinerados en la noche del 12 de marzo de 2018.
Fin del informe.
Autor Original: Manual Aguilera