Presentimiento

Conocí a Ana durante cuando estudiaba en el instituto de un pueblo gallego, donde mi padre había conseguido un trabajo temporal como maestro interino. No estábamos en el mismo curso, pero la casualidad hizo de las suyas. Un día, durante la salida del instituto, vi que a una chica se le caía de la mochila un libro de Enid Blyton. Cuando lo recogí ella ya se había marchado, así que me lo guardé en el bolsillo para devolvérselo cuando volviera a verla.  Al día siguiente, durante el recreo, pasé cerca del aula

Conocí a Ana durante cuando estudiaba en el instituto de un pueblo gallego, donde mi padre había conseguido un trabajo temporal como maestro interino. No estábamos en el mismo curso, pero la casualidad hizo de las suyas. Un día, durante la salida del instituto, vi que a una chica se le caía de la mochila un libro de Enid Blyton. Cuando lo recogí ella ya se había marchado, así que me lo guardé en el bolsillo para devolvérselo cuando volviera a verla.

Al día siguiente, durante el recreo, pasé cerca del aula de música y escuché una melodía muy bonita. Me acerqué para oírla mejor y, como la puerta estaba abierta, vi que quien tocaba era la chica del libro. Esperé a que terminara de tocar y luego, venciendo mi timidez, entré en el aula con el libro en la mano y le dije:

-Hola, creo que esto es tuyo. Te llamas Ana, ¿verdad? (Ese nombre estaba escrito a mano en la primera página del libro.) ¿Sabes una cosa? A mí también me gusta mucho leer (verdad) y Enid Blyton es mi escritora favorita (exageración). De hecho, ya me he leído este libro (mentira).

Ana me dio las gracias con una dulce sonrisa (era una chica bastante guapa), pero luego se puso seria y me dijo:

-Muchas gracias… pero no deberías estar aquí.

-Ya… supongo que los alumnos no podemos entrar aquí sin permiso. Pero, entonces, tú tampoco deberías estar.

-A mí me dejan quedarme durante el recreo porque soy buena con la flauta y así puedo ensayar tranquila. Además, no puedo salir al patio. Mis compañeros me odian. Y también te odiarán a ti si se enteran de que me has dirigido la palabra.

Yo no entendía por qué la odiaban, pues Ana parecía una chica muy amable. Y no me importaba lo que pensaran de mí, pues faltaban pocos días para que me marchara del pueblo. Así que me quedé allí y le pregunté:

-¿Puedo saber qué problema tienen contigo?

 -Mi familia no es muy popular en este pueblo. Y muchas personas piensan cosas malas de mí. Creen que soy una especie de bruja.

-¿Y por qué piensan esa tontería?

-Porque… bueno, la verdad es que no soy muy normal. Si alguien hace o piensa alguna cosa mala, me doy cuenta al instante. Por ejemplo, sé que mentiste cuando dijiste que habías leído el libro.

Eso me turbó, pero fingí indiferencia y dije:

-Bueno, confieso que mentí. Pero, si fueras una bruja de verdad, también te hubieras dado cuenta de que habías perdido el libro.

-Quizás lo perdí a propósito, para tenderte una trampa. Mira: ahora estamos los dos solos y no hay nadie que pueda salvarte de mis hechizos.

Yo me asusté de veras y supongo que me puse muy pálido, pero entonces ella se rio y dijo:

-Tranquilo, es broma. Supongo que ahora entenderás por qué me odia la gente.

-Yo… no te odio.

-Lo sé. Y muchas gracias por devolverme el libro. Por cierto, ¿cómo te llamas?

-Me llamo Brais. ¿Y sabes una cosa? Me gustaría ser tu amigo, digan lo que digan los demás. Lo que pasa… es que pronto me marcharé del pueblo. Lo siento mucho, Ana.

Ella me dijo con dulzura:

-No te preocupes, seguro que algún día volveremos a encontrarnos. Muchas gracias de nuevo, Brais.

Yo casi esperaba un beso de despedida, pero entonces sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo y tuve que volver a clase a toda prisa. Poco después dejé el instituto sin haber vuelto a verla. Y nunca más regresé a aquel pueblo ni volví a saber de ella… hasta ahora.

 

Actualmente soy agente de policía y vivo en Madrid, con mi esposa Laura y mi hija Eva. Una tarde de otoño fuimos los tres a un parque infantil de las afueras. Mientras Eva jugaba alegremente con unas amigas del colegio, Laura se acercó a mí y me susurró:

-En la acera hay un desconocido que no deja de fotografiar a las niñas con el móvil.

Entonces le dirigí una mirada poco amistosa a aquel individuo, que se asustó y empezó a correr a toda prisa. Como su actitud era francamente sospechosa, decidí ir tras él, aunque no tenía muchas esperanzas de alcanzarlo, pues me llevaba mucha ventaja. Sin embargo, cuando aquel hombre intentaba cruzar la calle fue atropellado por un coche y cayó al suelo gravemente herido. Cuando lo vi de cerca reconocí a aquel hombre. Pocos meses antes lo habíamos investigado por acoso sexual a su propia sobrina. Finalmente el caso había sido archivado, pues la sobrina había desaparecido misteriosamente antes de poder ratificar la denuncia. Aproveché que aún estaba consciente para preguntarle:

-¿Por qué estabas fotografiando a mi hija y a las demás niñas?

Él apenas fue capaz de responder:

-Porque… me gustan las nenas. Eres policía, ¿no? Entonces ya sabrás que soy un cerdo.

-Me extraña que confieses tan fácilmente, teniendo en cuenta que hace unos minutos te arrojaste a un coche solo para escapar de mí.

El hombre se rio (¡pero qué risa tan horrible!) y dijo:

-¿Escapar de ti? ¡Pobre imbécil, si no tenías ninguna prueba contra mí! ¡Yo estaba escapando de ella!

-¿De quién?

-De la Chica de la Medianoche. La invoqué para pedirle que hiciera desaparecer a mi sobrina… Y ella lo hizo, pero me dijo que algún día volvería por mí, para atrapar mi alma. ¡Y hace un rato estaba con las demás niñas en el parque!

Entonces llegaron unos sanitarios, que me obligaron a interrumpir el interrogatorio, pues aquel hombre estaba cada vez peor. Lo introdujeron a toda prisa en una ambulancia, pero falleció antes de llegar al hospital.

Yo ya había oído hablar de la Chica de la Medianoche. Era una leyenda urbana supuestamente inspirada en un anime japonés titulado Jigoku Shoujo, aunque algunos pensaban que había sido la leyenda la que había inspirado el anime y no al revés. Últimamente casi todas las desapariciones misteriosas de la ciudad se le atribuían a aquella inquietante figura, pero nadie había podido demostrar su existencia. Pensé que aquel desgraciado estaba delirando, pues yo no había visto a ninguna chica extraña en el parque. Allí solo estaban mi hija y unas amigas suyas a las que conocía perfectamente.

Cuando volví al parque, vi que Eva tenía un libro en las manos. Sorprendentemente, era la misma novela de Enid Blyton que yo le había devuelto a Ana veinte años antes. Eva me dijo:

-Mira, papá. Este libro me lo regaló una chica muy guapa que estaba sentada en un banco, pero que luego se marchó porque dijo que tenía trabajo.

Laura dijo, molesta:

-¡No cuentes mentiras, Eva! En ese banco no había ninguna chica. El libro estaba allí tirado y tú te lo apropiaste por las buenas.

-¡Eso no es verdad! ¡Había una chica y me regaló el libro! ¡Mira, papá, hasta me escribió una dedicatoria! “Para Eva, de parte de Ana”.

Yo palidecí al oír esas palabras y le arrebaté el libro a Eva sin muchos miramientos. Efectivamente, en la primera página estaban escritas esas palabras, pero pensé que no podía tratarse de la misma Ana que yo había conocido, pues hoy ella tendría que ser una mujer adulta y Eva aseguraba que el libro se lo había dado una niña. Aun así, hice algunas investigaciones y descubrí que aquella Ana había desaparecido en extrañas circunstancias, pocas semanas después de que yo me fuera del pueblo.

Mientras escribo esto, el libro sigue en mi casa, aunque solo Eva se atreve a tocarlo. ¿Es posible que Ana fuera realmente una bruja? ¿O acaso es ella la famosa Chica de la Medianoche? ¿Y, en ese caso, por qué le dedicó el libro a Eva y no a mí? Esto último me sugiere un mal presentimiento, aunque ignoro por qué. Sea como sea, creo que pronto volveré a saber de Ana, aunque quizás nuestro reencuentro no sea del todo grato.

NOTA DE LAS AUTORIDADES: El agente de policía Brais Pérez González escribió esta relación pocos días antes de su misteriosa desaparición. La madre del pederasta atropellado culpó de su muerte al agente desaparecido y, según afirmó ella misma antes de suicidarse, invocó a la Chica de la Medianoche para que lo enviara al Infierno como venganza. Consideramos que dicha mujer estaba completamente loca.

 

¿Te gusto? Te recomendamos...