Principios Y Finales (Versión Completa)

Aquella noche Hank estaba en su dormitorio, viendo una serie de anime en su ordenador, cuando notó un súbito enfriamiento en la atmósfera del cuarto. Se volvió para ver qué pasaba y se llevó un buen susto al ver que Helene había entrado por la ventana. La niña vampiro, que parecía muy seria, le dijo sin rodeos: -Debemos luchar, Hank, el monstruo ha vuelto. Hank, que aún no se había recuperado del susto, dijo con voz insegura: -Pero he estado escuchando las noticias y no han dicho nada de ningún monstruo. So

Cuando Hank Baker tenía seis años, estuvo a punto de morir en el accidente de circulación que les costó la vida a sus padres. Tras el accidente permaneció en coma durante una larga temporada, pero un día, para sorpresa de médicos y familiares, recuperó la conciencia de repente. Se hallaba muy confuso y había perdido todo recuerdo anterior al momento del accidente, pero, por lo demás, su estado físico y mental era bueno, así que no tardaron en darle el alta. Se fue a vivir con sus abuelos maternos a una pequeña y apacible ciudad próxima a Nueva York, donde su vida transcurrió normalmente hasta que cumplió los doce años e ingresó en la escuela secundaria.

Por aquel entonces un monstruo colosal, tan extraño y abominable que desafiaba toda posible descripción, surgió del cráter de un volcán apagado en Islandia. Tras arrasar buena parte de Europa occidental en pocos días, sin que nada ni nadie pudiera detenerlo, el monstruo se sumergió en el Atlántico y muchos suspiraron aliviados, pensando que había retornado al tenebroso mundo del que había surgido. Pero estaban fatalmente equivocados: poco después la criatura reapareció en aguas del Caribe y, tras destruir varias islas, inició un implacable avance hacia la costa oriental de Norteamérica. Ante la amenaza que semejante monstruo suponía para su país y, en definitiva, para el mundo entero, el presidente de los Estados Unidos ordenó atacarlo con toda clase de armas, incluso nucleares si era necesario. La ofensiva tuvo lugar trece millas al este de Manhattan y duró varias horas. Aunque numerosos barcos de guerra y aviones fueron destruidos por los tentáculos del monstruo, finalmente un poderoso misil consiguió alcanzarlo y la bestia reventó en mil pedazos, que las corrientes marinas no tardaron en dispersar. El mundo entero celebró la sufrida victoria de la Armada estadounidense sobre el monstruo y, tras varios días de alborozo, la gente volvió a su rutina diaria, pensando que el peligro había sido conjurado definitivamente.

Las clases habían sido interrumpidas durante la crisis y cuando Hank volvió al colegio se sorprendió al ver que tenía una nueva compañera de clase. Era una hermosa estudiante de intercambio, que, a juzgar por su acento y su apellido, seguramente procedía de Francia y que, si bien con el resto de sus compañeros se mostraba bastante reservada e incluso algo distante, recibió a Hank con una amable sonrisa y le dijo, en un inglés bastante decente:

-Hola, me llamo Helene Belfort y creo que nos toca compartir pupitre.

Esto era cierto, pues en el aula se seguía un orden alfabético estricto para la disposición de los pupitres. Hank, aunque al principio se sintió algo azorado al saber que pasaría las mañanas sentado junto a una chica tan linda y completamente desconocida, no tardó en hacer buenas migas con Helene, quien, a pesar de todas sus rarezas, parecía sinceramente interesada en su nuevo amigo. Por su parte, él estaba en la edad el pavo y, si bien Helene no era la única chica de la clase que le gustaba, sí era la que mejor le caía y la que le inspiraba más sueños románticos.

Una tarde, a causa de un pequeño incidente, Hank salió más tarde de lo habitual del gimnasio donde recibía clases de kárate. A causa del retraso perdió el autobús que lo llevaba a su barrio y, como no tenía dinero para un taxi, llamó a su abuelo para que fuera a buscarlo, pero entonces se dio cuenta de que tenía la batería descargada. Finalmente, no le quedó más remedio que recorrer a pie el largo trayecto que lo separaba de su casa. Era un chico atlético y la caminata en sí misma no suponía una gran molestia para él, pero le daba algo de miedo atravesar en plena noche aquellas solitarias calles de las afueras, así que apuró el paso y procuró evitar, en la medida de lo posible, los lugares mal iluminados. Sin embargo, sus precauciones no le sirvieron de nada y se vio acorralado por un grupo de pandilleros. Hank era cinturón marrón de kárate, pero comprendió que eso no le valdría de mucho frente a aquellos individuos, así que se resignó a darles su móvil y el poco dinero que llevaba. Sin embargo, los matones, enfurecidos por la escasa cuantía del botín, lo agarraron y empezaron a golpearlo por puro sadismo. Hank cayó al suelo, pero sus agresores no se dieron por satisfechos y le propinaron brutales patadas en todo su cuerpo. El pobre muchacho ya estaba a punto de perder el sentido cuando, de repente, los matones dejaron de golpearlo y empezaron a gritar, como si hubieran visto algo horrible. Todos ellos huyeron a toda prisa, olvidándose del magullado Hank, que aprovechó aquella oportunidad para intentar levantarse. Sin embargo, en su estado no lo hubiera conseguido, de no ser porque unas manos suaves, aunque fuertes, lo agarraron y lo ayudaron a sentarse en el suelo, con la espalda recostada sobre el tronco de un árbol. La débil luz de una farola le permitió ver el pálido y dulce rostro de Helene, quien lo estaba mirando con mucho interés y con un extraño brillo en sus ojos, que ya no parecían castaños, sino más bien rojizos. Su mirada era tan irresistiblemente hipnótica que durante unos segundos Hank no se acordó de sus heridas ni pudo reparar en otra cosa, ni siquiera en la impresionante espada que Helene sostenía en una de sus manos. Cuando por fin fue capaz de hablar, le dijo con voz entrecortada:

-Helene… tú… ¡no eres humana!

Ella sonrió levemente y le susurró:

-Lo fui hace tiempo. Pero ahora soy un vampiro.

-¡No puede ser! Te he visto de día.

-Los vampiros podemos movernos de día, aunque la luz solar nos debilita bastante. Pero de noche podemos usar todos nuestros poderes.

-¿Y… vas a chuparme la sangre?

Helene sonrió de nuevo, movió la cabeza y le dijo:

-No, yo nunca les hago daño a las buenas personas. Además, acabo de cenar.

Solo entonces Hank, con un estremecimiento de terror, vio algo que hasta entonces se le había pasado desapercibido, pero que explicaba la repentina huida de sus agresores. Uno de estos yacía al pie de una farola cercana, con la cara completamente blanca y el cuello rojo de sangre. Hank, asustado, preguntó:

-¿Cómo pudiste matar a ese hombre? ¿Usaste esa espada?

 -No, usé mis dientes. Yo no entiendo nada de esgrima.

-¿Y entonces por qué llevas contigo una espada tan grande?

-Esta espada es para ti. Vine a los Estados Unidos solo para dártela y, ahora que sabes la verdad, creo que ha llegado el momento idóneo.

-¡Pero si yo tampoco entiendo nada de espadas! Estudio kárate, pero…

-¡Escucha, Hank Baker! Esta espada se forjó en Japón hace cientos de años y pasó por las manos de muchos cazadores de demonios. Su último dueño fue Daniel Hunter, un amigo mío que ahora reposa en el Más Allá. Desde que se marchó Daniel, el mundo se halla a merced de las fuerzas del Mal y es necesario que alguien la empuñe de nuevo, al menos hasta que el monstruo del volcán sea destruido.

-Sigo sin entender nada. ¿Por qué me has elegido a mí? ¿Y por qué hablas del monstruo del volcán, si este ya fue destruido hace días?

-Te lo explicaré por partes: cuando sufriste aquel accidente hace seis años, tanto tu cuerpo como tu espíritu quedaron atrapados durante varios días en un estado intermedio entre la vida y la muerte. Eso facilitó que algo procedente del Más Allá entrara dentro de ti, dándote fuerzas para recuperarte. Y ese algo fue el alma del primer dueño de la espada, un samurai que la forjó con acero y magia para enfrentarse a un demonio que asolaba sus tierras. Tanto el demonio como el samurai murieron en el combate y la espada pasó a manos de un marinero holandés, que se apellidaba Van Helsing e inició una larga dinastía de cazadores de vampiros. Pero esa parte de la historia ya no nos interesa. Cuando toques tu arma, recordarás todo lo demás.

Hank tomó con manos vacilantes la espada que le ofrecía Helene y entonces, efectivamente, recordó toda su vida anterior en el Japón feudal, incluso los secretos de la esgrima que había aprendido antes de morir en combate. Mientras el muchacho contemplaba arrobado su arma, Helene siguió diciendo:

-El monstruo sigue vivo y es una amenaza tanto para los hombres como para los seres de la noche. En Europa intenté detenerlo con ayuda de mis amigos sobrenaturales, pero él los mató a todos y yo misma apenas conseguí escapar. Ahora solo tú puedes detenerlo.

Al día siguiente, un pescador aficionado capturó un hermoso pez, más típico del mar abierto que de las aguas costeras. Orgulloso de su captura, el pescador se lo llevó a casa para la cena, ignorando que aquel pez había comido la carne del monstruo y que, al hacerlo, también había absorbido su espíritu.

...

Aquella noche Hank estaba en su dormitorio, viendo una serie de anime en su ordenador, cuando notó un súbito enfriamiento en la atmósfera del cuarto. Se volvió para ver qué pasaba y se llevó un buen susto al ver que Helene había entrado por la ventana. La niña vampiro, que parecía muy seria, le dijo sin rodeos:

-Debemos luchar, Hank, el monstruo ha vuelto.

Hank, que aún no se había recuperado del susto, dijo con voz insegura:

-Pero he estado escuchando las noticias y no han dicho nada de ningún monstruo. Solo hablan de unos disturbios que se están produciendo en otros barrios de la ciudad.

-¡Es que esos disturbios los está provocando el monstruo! Ya te lo explicaré luego, ahora vístete y no te olvides de tu espada.

Cuando Hank estuvo preparado, Helene agarró su mano y ambos salieron por la ventana, pues no hubieran podido hacerlo por la puerta sin que se percataran los abuelos del muchacho. Mientras corrían hacia la zona del conflicto, Helene (que, como no necesitaba respirar, podía hablar y correr al mismo tiempo sin perder el aliento) le dijo a su amigo:

-El misil no destruyó al monstruo, simplemente lo despedazó. Y su espíritu seguía vivo en los fragmentos de su cuerpo, que fueron devorados por los peces. La esencia del monstruo se transmitió de unos organismos a otros a través de la cadena alimenticia, al igual que sucede con ciertos tipos de contaminación. Luego los peces contaminados se acercaron deliberadamente a la costa, para ser capturados y comidos por seres humanos. De ese modo, el espíritu del monstruo ha poseído a todas esas personas, que son las que ahora están provocando los disturbios. Y, si no las detenemos a tiempo, podrían acabar con el mundo entero.

Hank, aunque estaba jadeando a causa de la carrera, fue capaz de preguntar:

-¿Y la policía no puede hacer nada?

-No. Las personas poseídas son casi indestructibles. Las balas no las detienen, incluso podrías reventarlas con una bomba y los pedazos de sus cuerpos se alzarían del suelo para proseguir la masacre. Solo tu espada puede solucionar este problema y tú eres el único capaz de manejarla. Yo te ayudaré todo lo que pueda, pero recuerda: sin ti el mundo está perdido.

Mientras tanto, hordas de posesos formadas por personas de toda condición avanzaban hacia el centro urbano, caminando sobre los cadáveres de los policías que habían intentado detenerlos y de todas las personas inocentes que habían caído en sus manos. Algunos de ellos habían robado las armas de los policías muertos para disparar contra las casas de las cercanías, masacrando de ese modo familias enteras, aunque los que iban desarmados no eran menos peligrosos, pues el espíritu del monstruo les había otorgado una fuerza y resistencia sobrehumanas.

Sin duda hubieran acabado con todos los habitantes de la ciudad, incluyendo a los abuelos de Hank, si este y Helene no les hubieran cortado el paso en el campus universitario, cuyos árboles y edificios se hallaban envueltos en llamas. Hank, que hasta entonces no se había sentido capaz de luchar y que solo había seguido a Helene porque la consideraba su amiga y no quería decepcionarla, se olvidó de todas sus dudas cuando vio a sus enemigos. Empuñó su espada con todas sus fuerzas y se arrojó sobre ellos, con la habilidad y destreza que lo habían caracterizado en su vida anterior, cuando era un guerrero samurai del antiguo Japón. Si bien su cuerpo no era, ni mucho menos, tan fuerte como en su anterior encarnación, su pequeño tamaño compensaba en parte esa desventaja, pues lo hacía más ágil y escurridizo. De ese modo, se abrió paso entre docenas de terribles adversarios a base de mandobles y acabó con muchos de ellos en pocos segundos. Los que seguían en pie comprendieron que aquella espada suponía una verdadera amenaza para ellos, así que tomaron sus armas y se prepararon para disparar sobre Hank. Sabiendo que su amigo estaba en peligro, Helene se transformó en una bandada de grandes murciélagos, que se arrojaron sobre los posesos y les arrancaron las armas de las manos antes de que pudieran disparar. Poco después, todos ellos habían caído al suelo, atravesados por la espada de Hank. Este, que se hallaba casi extenuado, suspiró con alivio, pensando que ya había vencido.

Pero se equivocaba: la sangre que manaba de los cadáveres se concentró y condensó rápidamente, hasta convertirse en un enorme gusano rojo y semifluido. Hank intentó atacarlo, pero el cansancio le restó rapidez, lo cual fue aprovechado por el gusano para envolverlo en sus anillos y obligarlo a tirar su espada. Entonces sonó una voz inhumana, que hirió los oídos del indefenso Hank:

-Creo que esta no es la primera vez que nos vemos. Hace cientos de años, cuando ambos ocupábamos otros cuerpos, tú eras un samurái y conseguiste arrastrarme a la tumba. Pero yo he aprendido mucho desde entonces, mientras que tú no has mejorado tu técnica. ¡Así que esta vez te irás al Infierno tú solo!

El gusano empezó a presionar con fuerza irresistible el cuerpo de Hank, que chilló de dolor al sentir que todos sus huesos estaban a punto de romperse. Pero en el momento supremo Helene, transformada en una hermosa loba blanca, saltó sobre la grupa del monstruo y clavó sus colmillos en aquel cuerpo hecho de sangre. El gusano bramó de dolor, soltó a Hank y cayó al suelo, convertido en un enorme charco rojizo. Helene recobró su forma humana, pero Hank, cuando pudo levantarse y recuperar el aliento, vio que algo no iba bien, pues su amiga, en vez de fortalecida por la sangre que acababa de absorber, parecía mortalmente pálida. Cuando le preguntó qué le pasaba, ella respondió con voz débil:

-Es el monstruo… al absorber su sangre, también absorbí su espíritu y ahora está intentando poseerme. Mis poderes me permiten resistir su influencia, pero el esfuerzo me está debilitando.

Entonces apareció un pequeño grupo de vecinos supervivientes, que habían presenciado el combate desde sus escondrijos, pero que lo habían malinterpretado totalmente. Pensando que los niños eran brujos o algo peor, los atraparon y acusaron de haber provocado el desastre, sin que la debilitada Helene ni el extenuado Hank pudieran hacer nada para esquivarlos. Antes de que ninguno de los dos pudiera decir nada, sus captores los ataron y amordazaron, para evitar que huyeran o llamaran a los demonios en su auxilio. Al verlos indefensos, uno de aquellos enloquecidos individuos dijo:

-Ya visteis que las balas no sirven de nada contra estos demonios. ¡Hay que quemarlos vivos!

Los demás asintieron y se prepararon para cremar a sus prisioneros, para lo cual trajeron una lata de gasolina y un mechero. Pero el demonio que se hallaba dentro de Helene no quería arder con ella, así que abandonó su cuerpo y, aprovechando la energía que le había arrebatado a la niña vampiro, se materializó bajo la forma de un murciélago gigante. A continuación masacró a los aterrorizados vecinos, desentendiéndose momentáneamente de Hank y Helene, quienes, a fin de cuentas, no podían ir a ningún sitio. Pero Helene consiguió escupir su mordaza y, aunque había perdido todo su poder, conservaba sus largos y afilados colmillos de vampiro, que usó para cortar las cuerdas que ataban a Hank. Cuando este se vio libre, no necesitó que nadie le dijera lo que debía hacer. Mediante un veloz movimiento, recogió su espada y atravesó con ella el cuerpo del demonio, acabando con él para siempre.

Tras obtener la victoria definitiva, Hank liberó a Helene y los dos amigos se fundieron en un largo abrazo. Entonces Hank se percató de que la piel de Helene estaba caliente, cuando los vampiros suelen ser bastante fríos. Adivinando la extrañeza del muchacho, ella sonrió y le dijo:

-Cuando el demonio abandonó mi cuerpo, se llevó consigo mis poderes de vampiro, así que ahora vuelvo a ser completamente humana. Y la verdad es que me alegro: el vampirismo tiene sus ventajas, pero a largo plazo es bastante deprimente. Dentro de poco, ni yo misma recordaré que alguna vez fui un vampiro.

Apenas hubo pronunciado Helene estas palabras, tanto su memoria como la de Hank sufrieron una rara alteración. Ella olvidó que había sido un vampiro y él que había salvado al mundo. Pero no olvidaron que eran amigos y con el tiempo llegarían a ser mucho más.

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